La historia real del
virtuoso del violín que hace unos años se puso a tocar en el metro y sacó cuatro chavos es una
metáfora de nuestros días. Sin envoltorio, sin marca, la cosa se complica
sobremanera, porque consumimos con los ojos, como los críos, en la búsqueda
consciente o inconsciente no ya de un producto, sino también de una identidad
como comprador.
La imagen, de Wikimedia
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